domingo, 10 de febrero de 2013

Silencio muerto

Me gustaría tenerme enfrente algún día para darme un bofetazo.

Todos sabemos, porque todo el mundo lo dice, porque todos lo repiten, lo escriben y no es nada nuevo, que de los errores se aprende. Debo de ser de otro planeta.

¿Qué buscaba cambiar?
Tal vez, mis prejuicios.
¿Acaso espero cambiar al mundo yendo al infierno?

¿Acaso espero cambiar mis errores escribiendo una entrada de blog? Pues tiempo, retrocede, pues quisiera que el único disfraz que ayer hubiese llevado fuese el de mejicano. ¿Fui el único mejicano con máscara?

Mi única paz fue el limbo; no era tan fácil subir al cielo sin ayuda, y aunque no costaba escapar del infierno, no sé decir ahora mismo si era mejor haber seguido ardiendo junto a un infierno que no podía comprender, o la fría soledad de tu ausencia.

Cambio y (me) corto.
(Es un juego de palabras; no lo toméis al pie de la letra).



lunes, 4 de febrero de 2013

Metástasis de malas ideas

Llegado a un punto (junto al antojo de chocolate y los malos pensamientos; dato importante) acabo de pensar en una idea abstracta...

¿Sería malo tener una bipolaridad que pudiese alternar a mi antojo?

Y no hablo de algo tan simple como el cambio entre felicidad y tristeza.

Hace tiempo que estoy en una rotonda sin salidas, derrapando y sin control alguno del vehículo que son mis sentimientos. No sé si es mi mente la que nubla las salidas o son mis condiciones. No me gusta pensar que este círculo vicioso no tiene fin, porque sé que lo tiene, pero no veo su final aún. El por qué no encuentro el final no puedo decirlo, pero sigo aquí, mareado y sin saber.

Ay, y el no saber. ¡Cuánto duele el no saber! Cuantísimo puede doler un silencio inexplicado, y cuantísimas veces he pasado ya por ellos. Neblina y más neblina, pues eso son esos silencios: neblina, cortinas de humo que nos hacen dejar de reconocer lo conocido.

Puede que así llegase a este punto.

Todo lo que la mayoría añora es antiproductivo, y a veces creo que tengo un problema: Pago mis errores de administración de tiempo culpando a todo lo que no me pueda servir intelectualmente para el futuro; gran error, pues algunas veces me gustaría ser un robot sin sentimientos, pero no puedo. Me encadena mi humanidad, y eso no lo puedo abandonar completamente... Pero...

¿Por qué no un álter ego?
¿Por qué no otro?

¿Por qué no volver a mis orígenes cuando se me antoje? ¿Por qué no volver a aquel pasotismo sentimental entrecomillado, a aquel me río viendo gore, a aquel me masturbo por vicio? ¿Por qué no volver a aquel estado de ignoracia y productividad intelectual... cuando se me antoje? Sería realmente como una especie de ciborg... Mitad maquinaria, mitad humano. Tan fácil como funcionar con un simple interruptor activado por estímulos externos. Adiós, sentimientos; adiós, empatía; adiós humanidad; bienvenida seas, productividad intelectual.

¡Y SÍ! Puede que esté desvariando, puede que algo por dentro comience a sacar chispas y no vea forma de arreglar ese cable pelado... Puede... 

Puede que no sea capaz de aceptar que los humanos no somos perfectos...

Puede que esté creyendo en una utópica solución, lo cual me recuerda a los cristianos, judíos y demás con sus dioses todopoderosos; a las abuelas y a sus cirios de la virgen de nosedónde; a nuestra creencia en la vida tras la muerte, a los no pongáis el examen un día trece, así no tendremos mala suerte...

Puede que mi administración de tiempo no sea en lo único que fallo, pero voy a alegar que fallo como persona. ¿Por qué otra cosa, sino? No sé si algún día sabré en qué momentos he de darle un descanso a este vehículo que me hace ser como soy, pues hay veces que me he de regir a las normas establecidas, por un hecho simple: Hay más cosas en la vida y necesito construir mi futuro. PERO...

Me resulta muy complicado parar el automóvil que me lleva a la felicidad.

Ay... ¿Qué sería de la vida sin el amor?