miércoles, 20 de marzo de 2013

Carta a mi enemigo: mi no-mundo

A lo largo de mi adolescencia se ha ido introduciendo en mí una simple mentalidad: Necesito ayudar a las personas que quiero y que lo necesitan. No me hace falta explicaros un porqué. Puede que incluso desarrollase una necesidad psicológica de ayudar a las personas que quiero y necesitasen un poco de mí. Puede que a veces sea un poco plasta intentando ayudar, pero no me arrepiento de serlo, ya que a veces se ha hecho (y se hace) tan necesario que no me sentiría realizado sin poder ofrecer un mínimo de ánimo o ayuda.

He intentado ser un héroe de( )mente(s). He querido salvar momentos, situaciones, historias y vidas, mas a veces lo he logrado y con grandísima motivación he reafirmado mi idea.

A lo largo de estas no-vacaciones de verano he comenzado a centrarme en todo, a desaparecer de todas partes. Aunque no haya estado, creo que nunca había estado haciendo tan bien las cosas; a mi ritmo, que suele depender de factores. He empezado a comprenderme a mí mismo; a mis ausencias; a mis acciones. Y es que un desprendimiento de corazón me hizo creer que no se puede depender solo de una persona, pues una persona no era capaz de llenar todos los agujeros que me habían dejado los golpes; más que los golpes, los agujeros que habían ahondado los traumas que me crearon mis fantasmas; esos estúpidos fantasmas que ya no pasan por mi cabeza con motivos.

A lo largo del camino he abierto los ojos y me he dado cuenta de que esos fantasmas merecían lo mismo que me dieron. El fantasma del que estoy hablando (y es que no sé ni para qué hablo en plural, si me refiero específicamente a una persona) ha estado recibiendo poco a poco lo que se ha ganado, y aún sigue con su pésimo malvivir. La verdad es que esto ni me importa. Lo que importa es lo que vi.

Vi que mis necesidades eran obvias, pues habían cosas que hasta ahora nadie me había enseñado.
Vi que un beso sirve más que mil imágenes, que un millón de palabras.
Vi que existen las buenas caricias sin motivo.

Empecé a ver todo con claridad.
Empecé a aprender que las cosas no eran lo que aparentaban; que habían cosas bellas que me habían hecho creer que no existían.

Y es que hay algo que no sois capaces de ver; que quien más apuesta, más posibilidades tiene de ganar. Y esto parece que no lo sepa ver NADIE.

¡¡NADIE!!

Ni vosotros, principales causantes de dolor; los que dudáis de mis elecciones y de mí; los que dudáis de lo que hago y lo que siento; los que hacéis dudar de lo que amo y lo que dejo de amar. Charlatanes con tiempo de sobra y de sangre negra en vena, si las consecuencias de vuestras acciones, habladurías y malas influencias sobre lo ajeno recayesen todas y cada una de ellas sobre vosotros en vez de contra nosotros, tal vez empezaríais a hablar menos de lo que simplemente no sabéis hablar por no tener ni idea, ni ganas de tenerla.
Ni vosotros, desórdenes de segundo plano. He estado ausente porque por una vez he conseguido centrarme bastante bien, enseñarme a estudiar y administrarme el tiempo, y mis estudios requerían de la mayoría de tiempo, y si me decís que igualmente podría haber dedicado un poco de tiempo a vosotros, lo siento, pero si ya no he tenido tiempo ni para jugar a videojuegos, vosotros no vais a ser más (DRAMATIZACIÓN. No me hagáis caso). Ahora hablando seriamente: NO. No he podido. Me he hecho asocial de forma temporal y por voluntad propia. Lo siento, pero no. Y me jode que vosotros tampoco me entendáis, porque si no hablo con uno de vosotros, os pensáis que hablo con todos menos con vosotros, Y NO. ¡NOOOOOO! ¿Ya lo entendéis o hago más uso de las mayúsculas?

¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

(Me he hecho asocial de forma temporal y por voluntad propia)

Y aquí es donde viene la contradicción; la paradoja de mis hechos.
¿Por qué si necesito ayudar, he estado ausente este tiempo, sin hacer actos de ningún tipo en vuestras vidas?

Os pregunto yo:
¿Podéis entenderme vosotros a mí?
¿Podéis entender que yo también necesito tiempo para mí solo?
¿Podéis CREER en mí?

(Siento como si le hablase a una pared...)

Después de abrir los ojos, he visto que intentar ser un héroe a veces tiene un precio, y el precio esta vez estaba siendo mi propia integridad. He visto que sobre todo necesitaba ser persona más que héroe, y las personas necesitan reciprocidad. Y hay veces que las heridas solo se curan con besos. Ni con palabras, ni con abrazos. Con putos besos verdaderos. Y hay quien ha sabido darlos en el momento adecuado y hay quien no ha sabido darlos, por lo que tenemos una clara ganadora y todo un resto que sobra por dudar de mi elección, cuando su victoria y vuestra derrota sería digna de las memorias de Capitán Obvio.

(Aplausos)

Con todo este tiempo y estas experiencias, buenas por parte de una persona (malas con ella cuando vosotros habéis sido su influencia) y malas por vuestra culpa también, he aprendido que no solo no puedo ser el héroe de todo el mundo, sino que hay situaciones en las que solo se puede ser héroe de única persona, y esa persona me dio algo que vosotros no me disteis del todo: un sentimiento completamente recíproco de amor.
Puede que ese sea también un gran motivo de mi ausencia, y espero que comprendáis, amigos y amigas, que a veces hay que escoger preferencias y dedicar un tiempo (largo, tal vez) a coserle las heridas a la persona que ha dejado en tus manos su corazón.


[...]


Puede que en un tiempo vuelva a ser de nuevo un simple consejero, una mano que os pueda levantar en una mala caída o un simple amigo corriente que vuelva a hacer las cosas que hace un amigo (como hablaros), pero no me pidáis ser vuestro héroe. El vuestro puede que esté ahí fuera, salvando las vidas de más personas o esperando a que vosotros salvéis la suya, pero yo no puedo ser vuestro héroe.

Yo ya he encontrado a mi superheroína.


Así que no os toméis mi misantropía a pecho.
Tomaosla igual de mal que vosotros nos habéis sentado a nosotros.

*guiño*
*guiño*
*puñetazo en la rodilla*
*desplazamiento de columna*




¡QUE OS DEN!
Y gracias, si no habéis sido problemáticos.
Perdonad mi ausencia, porque volveré.