domingo, 11 de noviembre de 2012

Testostirónica

Puede que algún día comprenda.
Puede que algún día cambie.
Puede que, simplemente, algún día me canse.

Y me pregunto el porqué de un guitarrista, que ha llegado a experimentar desde el dream pop más melancólico hasta el death metal melódico más avivador, más ansioso, tenga tantos problemas al intentar adentrarse en las raíces de la música.

Siempre me pregunto si la forma que tengo de sentir la música es tan incomprensible para los demás, cuando simplemente me apetece dejar fluir las notas, improvisar. Me pregunto si tan prohibido será intentar sacar sucesiones de acordes con un principio y un fin perfectamente marcados. Y es que cuando acaba dependiendo de mí, todas las canciones que nunca acabamos terminan en un final imperfecto, incluso a veces catastrófico, pudiendo haber acabado de una forma más... tónica.

Hechicera y provocadora de obras inacabadas, cada melodía que acaba desafinada me cierne en una oscuridad difícilmente descriptible. Compongo acordes sobre tu cuerpo de caoba, mientras tú vas adornando mi creación a base de tensiones, y cuando la música parece hecha para los dos, desenfreno una melodía creada a base de ansiedad (y otras palabras innombrables), pero mis dedos no corresponden a tus cuerdas; como si mis callos desapareciesen, y dejasen de permitirme sentir esa libertad... Y cuando me doy cuenta, el sentido común me dice que no cree melodía donde ya no hay acordes, que no me pierda...

Y la música se queda a medias y la noche se convierte en irónico misterio, y en novena, onceava y treceava a la vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario